domingo, junio 20, 2004

condimento

Entonces un día comencé a coleccionar: orinaba en una gran jarra. Me masturbaba y sacaba con una cuchara mi eyaculación en una segunda jarra. Tomé un cuchillo de la gaveta e hice una incisión en el final de mi dedo e introduje la sangre en goteos tenues y gotas gordas en una tercera jarra. Me senté con una tercera jarra en mi falda, y pensé en cosas tristes. Luego lloré en la jarra. Repetí estas acciones todas las noches, cada fluido en su jarra correspondiente. Después de un mes, vacié los contenidos de las jarras en pequeñas cacerolas, las cuales calenté cuidadosamente hasta que tuve los líquidos evaporados. Cuando las cacerolas se habían enfriado, tiré los residuos, con la ayuda de un embudo, en saleros separados. Luego probé cada una de mis sales personales, juzgando cuál iría mejor con qué comida.
Mi experimento fue un éxito resonante. Las sales parecieron impartir una tenue intensidad a platos picantes, y una frescura y gusto incluso a la sopa más casera. Y entonces mi restaurante comenzó a traer muchos más patrocinadores como un número creciente de reseñas adulatorias que aparecieron en algunos suplementos del Domingo.
Obviamente, tuve que continuar produciendo las sales que habían hecho mis creaciones culinarias tal éxito de la noche a la mañana. Mi establecimiento estaba siendo ahora patrocinado por celebridades tanto como por políticos y los meramente ricos.
Mi dificultad se sitúa principalmente con la tristeza sonsacada en demanda. Algunas noches me sentaría en mi silla, con la cuarta jarra en mi falda, y comenzaría a reírme con regocijo por el éxito de mi restaurante. Tendría que forzarme a mí mismo a enfocar a un niño hambriento o a un amante desfallecido. Sabía que hab’a ilimitado sufrimiento continuo en esta Tierra, pero lo encontraba más y más difícil de identificarme con esto, mientras que el prestigio de mi restaurante crecía elevadamente, y con esto mi balance bancario. Descubrí que la forma más eficaz de forzar a que salgan lágrimas de mis ojos era pensar en amor; pérdidas de amor, tragedias de amor, y desesperanzas de amor.
Y así fue que comencé a tener problemas con la segunda jarra. Últimamente, mis intentos de masturbación fueron bastante más difíciles, como mis pensamientos eróticos se tambaleaban y se volcaban en la desesperación que necesitaba para la cuarta jarra. No infrecuentemente, encontraba dif’cil de distinguir entre la pena y el amor.
Después de cinco meses, me encuentro eyaculando en mi regazo, encima del que se apoyaba la jarra destinada para las lágrimas. Comencé a encontrar la pena despierta, y no podía llorar sin tener una erección. Recíprocamente, no podía encontrar a una mujer atractiva sin comenzar a lamentarme. Me preocupaban mis sales, mis suministros se estaban reduciendo. Además, la calidad de la sal de la primera jarra estaba comenzando a decaer, mientras atentaba a encontrar consuelo en el abandono alcohólico. Bebería profundamente; y me reiría, y lloraría. Pero la orina lo sufriría. Se convirtió en floja y clara, caudalosa pero sin valor. La sal que extraía era desabrida.
La reputación de mi restaurante mantendría su fortuna a flote por un tiempo, pero sabía que más bien pronto que más tarde, el descenso de la calidad de los condimentos se notaría. Me hundí más en la desesperación. No podía correr el terrible riesgo de compartir mi secreto con alguien más. Tenía sólo una fuente confiable de sal - la cual llenaba la tercer jarra. La tercer jarra nunca faltó. El menú tenía que reflejar eso, y había una preponderancia de ricos platos de carnes rojas, espléndidamente mejorados con la sal de mi sangre, escurrida - o a veces crapulosamente chorreada a borbotones - de mis dedos, pulgares, muñecas o brazos cada noche.
Pero me estaba debilitando. La bebida se me estaba volviendo incontrolable, pero involuntariamente tenía orgasmos durante las noticias, y estallaba en lágrimas en los momentos más inoportunos. El constante desangramiento me estaba dejando anémico. Resolví volver a la fórmula que había hecho ganar a mi restaurante tantos aplausos. Decididamente, busqué las novelas más sangrantes emocionalmente, los poemas más obsesionantes. Eyaculé otra vez y otra vez en la segunda jarra. Tomaba puro jugo de frutas y agua mineral y produje una vez más la dorada orina viscosa que llenaba la primer jarra. Me lamentaba incontrolablemente, por tres cuartos de hora, con una revista pornográfica apoyada justo frente a mí. Y tomé el cuchillo más afilado y dibujé una ensanchada línea roja de lado a lado por mi muñeca.

jueves, junio 03, 2004

. Podría Estar Equivocado
Podría estar equivocado
Podría estar equivocado
Podría haber jurado
Que vi una luz llegando a casa
Solía pensar
Solía pensar
Que no quedaba futuro después de todo
Solía pensar
Descúbrete, empieza nuevamente
Vamos hacia la catarata
Piensa en los buenos tiempos y
Nunca mires atrás
Nunca mires atrás
Que es lo que haría?
Que es lo que haría?
Si no te tuviera?
Descúbrete y déjame entrar
Vamos hacia la catarata
Pasarnos un buen momento
No es nada después de todo
Nada después de todo
Nada después de todo